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Palacio de Pedro I - Real Alcázar de Sevilla

 

            1356-1366

    Palacio mudéjar levantado sobre construcciones árabes altomedievales  en torno a un patio central, que aglutina el espacio oficial del edificio y uno secundario, que articula el espacio privado, sobre una superficie total aproximada de 2.550 metros cuadrados.                                                                                                                                                                                                                                 

 

    El rey Pedro I de Castilla (Burgos 1334- Montiel 1369) levantó el  “Alcázar Nuevo” de Sevilla en el periodo más tranquilo y próspero de su reinado, comenzado al suceder a su padre Alfonso XI en el 1350. El canciller Pero López de Ayala, el cronista que  adjudicó al rey castellano el sobrenombre de Cruel antes de que siglos más tarde Felipe II lo reivindicara con el de Justiciero, nos señala que Pedro I  residía antes de su construcción en el Palacio del Yeso. Contiguo a éste Alfonso XI había levantado la Sala de la Justicia. El monarca castellano no pudo disfrutar mucho tiempo del Alcázar Nuevo. Tres años después de su terminación los enfrentamientos internos acabarían con su asesinato. La edificación constituye hoy, con las transformaciones que ha experimentado con el paso de los siglos, un ejemplo de mudejarismo. Estamos ante un palacio cristiano. Por más que su aspecto exterior y su concepción sea más semejante a las edificaciones musulmanas de al-Andalus o de Oriente. A pesar del enfrentamiento con la Granada nazarí o con los poderes del Norte de África, existe un intercambio de formas culturales entre todos los habitantes del sur de la Península Ibérica. Producto de una intensa relación que conoce toda clase de contactos. Éstos van más allá de los artesanos que, provenientes de Granada, de Toledo o del resto de la comunidad mudéjar sevillana, intervinieron en la construcción del palacio. En el gusto de las capas dirigentes de la Castilla del siglo XV existían rasgos provenientes de tiempos pasados y otras culturas. Un siglo después de las revueltas mudéjares de la zona se incorporaba el mudejarismo a las realizaciones artísticas de la ciudad, en un entorno de Castilla floreciente tras el final de la llamada Batalla del Estrecho, que le franqueó de manera definitiva la ruta marítima hacia la Europa atlántica.

 

    Las obras del nuevo palacio comenzaron por abrir una puerta en la antigua muralla almohade. Pasado el Patio del León se accedía al de la Montería. Al otro lado se alzaría la fachada principal del Alcázar Nuevo que con la perspectiva que le da la distancia adquiere toda su magnificencia. Una puerta y dos arcos multilobulados ciegos los rodean pilastras laterales que recogen el vuelo de un alero de canecillos horizontales. Bajo éstos un alicer recoge una inscripción en latín, fijando la fecha de construcción del Real Alcázar. Esta inscripción sirve de orla a otra en árabe, en una tabla de azulejos azules y blancos que, en espejo y de forma directa e invertida, presenta, en un cúfico cuadrado de diseño inigualable y de una modernidad permanente, la gáliba nazarí: “No hay vencedor sino Dios”. 

 

    Traspasada la puerta de entrada una franja epigráfica localizada encima de los azulejos, nos sitúa ante el carácter palaciego de la construcción. Una leyenda en caracteres árabes, que va a repetirse por todo el edificio, reza: “¡Gloria a nuestro señor el sultán Don Pedro, Dios le ayude y le conceda la victoria!”. A partir del vestíbulo, el visitante puede girar la izquierda y, a través de una antesala, dirigirse hacia el Patio de las Doncellas, entrando en el espacio público del Alcázar, o a la derecha y acceder al Patio de las Muñecas, el ámbito privado. Esta división, típica de la casa mediterránea se encuentra en las edificaciones andalusíes y en otras construcciones palaciegas sevillanas para las que el Alcázar del Rey Don Pedro servirá de modelo.

 

    El Patio de las Doncellas ha recuperado recientemente su forma original de jardín de crucero que tuvo en el momento de su construcción. En un primer instante una acequia estaba flanqueada por dos piletas que separaban dos jardines deprimidos. Estos fueron más tarde eliminados y sustituidos por un estanque central, al estilo nazarí de Granada. Al fondo una amplia puerta da acceso al Salón de Embajadores. Las leyendas epigráficas de las puertas de madera hacen mención a “los embajadores nobles y venturosos” que las cruzaron. Algún autor moderno ha creído ver en ellas una alusión directa a la visita que hizo al lugar Ibn Jaldún, a finales de 1363 y principios del año siguiente. Por el flanco opuesto al patio se accede al Salón del Techo de Felipe II. A ambos lados del Salón de Embajadores dos cámaras, a las que se accede bajo tres arcos de sabor califal cordobés, llevan hacia el Patio de las Muñecas y a la Sala de Infantes, desde el que se puede acceder a los jardines. En las ventanas de esta zona, los cristales se enmarcan dentro de una celosía en la que figura, en árabe, el nombre de Dios con leyenda doble realizada en espejo. En este Salón y su cúpula central ha querido verse un resto del Palacio de al-Mubarak, el alcázar nuevo de los monarcas abbadíes sevillanos del siglo XI y de su sala de az-Zurayya o las Pléyades, mencionada en los versos de los poetas de aquella época. Su altura alcanza la del segundo piso de la edificación.

 

    Desde el Patio de las Doncellas se accede también, en dirección a la fachada principal, a la Alcoba Real, con una habitación interior que tradicionalmente se ha denominado como Dormitorio del Rey Don Pedro. En sentido opuesto, al otro lado del patio, el Salón del Techo de Carlos V, quizás la antigua capilla del Alcázar. Alrededor del patio unas arcadas descansan sobre columnas que fueron sustituidas a partir de 1560 y que enmarcan unas admirables labores de yeso en paños de sebka.

 

    El Patio de las Muñecas da paso a la Sala de las Armas y al Cuarto del príncipe. Este espacio privado del Alcázar es de menores dimensiones que el del Patio de las Doncellas. En una de las muchas leyendas del Alcázar éste debe su denominación al tributo de las cien doncellas. El otro a la cabecita que existe en el arranque del primer arco a la derecha de la galería norte.

 

    El Alcázar del rey Don Pedro ha sufrido transformaciones desde su primera edificación en el siglo XIV. En los dos siglos siguientes se levantó el segundo piso, el Palacio Alto. Hacia 1583 se enterraron el estanque y las piletas del Patio de las Doncellas, procediéndose a su pavimentación. Pocos años después se rehicieron las tablas que representan a los reyes leoneses, castellanos y españoles. Estas transformaciones afectaron a otros elementos muy concretos, como el encalado de las galerías que se efectuó en tiempos de Fernando VII, siglo XVIII, o las yeserías que se colocaron en el siglo XIX copiadas de la Alhambra de Granada. En esa época fue residencia de los Duques de Montpensier. Después de los Reyes de España.

 

Referencias:

 

- Cómez, R: El Alcázar del Rey Don Pedro, Sevilla 1996.

- Hernández Núñez, J.C., Morales A.J.: El Real Alcázar de Sevilla, Madrid  1999.

- Lleó, V: El Real Alcázar de Sevilla, Sevilla 2002.

- Tabales, M.A.: El Alcázar de Sevilla: primeros estudios sobre estratigrafía y evolución constructiva, Sevilla 2002. 

 

Autor:Rafael Valencia

 

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Palacio de Pedro I